Junto a los que provocaron el frágil postparto que sufrí tras el nacimiento de Carlo, creo que este es el otro gran sentimiento que más me ha revuelto a día de hoy. Me quedé embarazada la segunda vez con la misma ilusión que la primera, me volví loca al saber que era una niña y soñaba con ella, con cómo sería, día y noche pero, según supe después, irremediablemente, no podía evitar pensar que no la querría tanto como a su hermano. ¡Es imposible! Pensaba. ¿Cómo la voy a querer tanto?
El apoyo llegó un día, de la mano de mi chico, cuando él mismo miraba a Carlo, me miraba la barriga y, sin atreverse creo a decirlo, trataba con su mirada de hacerme entender lo que estaba sintiendo. «¿Qué piensas? ¿Crees que es imposible que vayamos a quererla a ella tanto como lo queremos a él, verdad?» Una sonrisa temerosa me permitió adivinar que él pensaba lo mismo que yo.
La última a la que me atreví a confesarle lo que sentía era a mi madre, aún embarazada. Ella, al fin y al cabo, fue madre tres veces, y aunque tenemos dos formas diferentes de ver la maternidad y la crianza en muchos aspectos, cada día me sorprendo descubriendo cosas en mí que tienen «derechos de autor» (made in mamá).
«¿Sabes que no siento que quiera a Emma como a Carlo? Es que no creo que vaya a ser igual«. Mi madre me miró, comprensiva, como sabiendo exactamente lo que sentía. «Va a ser igual, tranquila, en cuanto te la pongan en los brazos. A mí me pasó, creo que todas las madres y padres sienten eso. Pero es hasta que nace. Luego ya, es igual». Y así fue, más o menos.
En mi caso, he de confesar que pasaron unos días (el postparto no perdona) hasta que empecé a sentir que los quería a los dos igual, que los necesitaba por igual y aún más tardé en confesarlo. Tuvieron que pasar varios meses hasta que una de mis mejores amigas se quedó de nuevo embarazada, también de una niña, también presa de la misma duda. Nunca olvidaré esa conversación: «Car, yo es que siento…». «Ya, no te preocupes, a mí me pasó, al parecer es normal sentirlo, pero nada, lo de querer al segundo hijo (en nuestro caso a la segunda hija) tanto como al primero es la eterna duda, es el sentimiento más habitual del mundo…pero como siempre, en cuanto te agarra el dedo, te tiene atrapad@ para siempre.